Comienzo este blog con una aportación nueva a las reflexiones que voy haciendo sobre la visión sociologica de diversas cuestiones. En este caso es para el canal de YouTube, todavía no está guionizado, cuando lo esté lo compartiré también, avisando lo en un post nuevo.
Comienzo mi etapa con una reflexión inspirada en Julien Freund.
Introducción: ¿Y si todo lo que pensamos sobre el conflicto estuviera equivocado?
En nuestra vida personal y social, tendemos a ver el conflicto como un fracaso. Es una anomalía, una interrupción indeseada de la paz, algo que debe ser evitado o erradicado para alcanzar la armonía. Celebramos el acuerdo y lamentamos la disputa, asumiendo que una sociedad funcional es una sociedad sin fricciones. Pero, ¿y si esta visión, tan arraigada en nuestro sentido común, estuviera fundamentalmente equivocada?
En su obra seminal, «Sociología del Conflicto», el sociólogo Julien Freund nos obliga a abandonar estas nociones reconfortantes. En lugar de tratar el conflicto como una enfermedad que se puede curar, lo presenta como un fenómeno social tan fundamental y constitutivo como la cooperación. El texto de Freund no es una guía para eliminar el conflicto, sino un mapa para comprender su verdadera naturaleza y su papel ineludible en la construcción del mundo social.
Este artículo explora cinco de las ideas más sorprendentes y reveladoras de Freund. Son cinco descubrimientos que desafían nuestras intuiciones y que, una vez comprendidos, cambiarán para siempre la forma en que vemos la política, la historia y nuestras interacciones más cotidianas.
Los 5 grandes descubrimientos sobre el Conflicto
1. El conflicto no es una enfermedad social, es parte de nuestro ADN colectivo.
La primera idea, y quizás la más radical, es que el conflicto no es un fenómeno patológico que podamos eliminar. Inspirado en la sociología clásica de Simmel, Weber y Durkheim, Freund argumenta que la conflictividad es una característica inherente y consustancial a toda sociedad. Es tan natural en el tejido social como la benevolencia, la violencia o la cooperación.
Esta visión es impactante porque cambia por completo el objetivo. Si el conflicto es inevitable, la búsqueda de una utopía sin desacuerdos no solo es inútil, sino contraproducente. La meta no debería ser erradicar el conflicto, sino aprender a gestionarlo de manera inteligente y constructiva. Esto transforma el rol del buen ciudadano y del buen gobernante: su objetivo no es ser un pacificador que elimina la disensión, sino un hábil navegante que canaliza las corrientes del conflicto hacia fines productivos.
Gestionar el conflicto significa, en términos de Freund, transformarlo. Él distingue entre la lucha – un enfrentamiento indeterminado, a menudo caótico y desmedido – y el combate – un enfrentamiento reglado, disciplinado y con límites – . El gran proyecto de la política y de la civilización es precisamente convertir la destructiva lucha de todos contra todos en combates regulados por el derecho y, eventualmente, en competición no violenta. Se trata de darle forma y cauce a una fuerza inevitable.
Julien freund
No pienso que se pueda elaborar una teoría de la sociedad que sea pertinente y que no tuviera en cuenta que la conflictividad es inmanente a toda sociedad.
2. La obsesión por una sociedad sin conflictos puede generar los peores conflictos.
Si la idea de que el conflicto es natural es chocante, la siguiente idea de Freund es aún más paradójica: la obsesión por eliminarlo puede ser la causa de los peores conflictos. Freund analiza las dos grandes interpretaciones sobre el origen de la sociedad: la que sostiene que el hombre es un ser social por naturaleza (Aristóteles) y la que argumenta que la sociedad es una creación artificial, un «contrato social» diseñado para escapar de un estado de guerra permanente (Hobbes, Rousseau).
Aquí surge la gran paradoja. Las teorías del contrato social, aunque concebidas para eliminar el conflicto, sentaron las bases para una de sus formas más intensas: la ideología revolucionaria. Al presentar la sociedad como un artefacto humano que puede ser deshecho y rehecho a voluntad, abrieron la puerta a la idea de que el orden existente puede ser destruido por completo para construir una utopía perfecta. Así, el sueño de la armonía perfecta se convirtió en la justificación de la violencia absoluta, una paradoja que ha marcado a sangre y fuego la historia moderna.
“…la artificialidad de la sociedad que alegan los teóricos del contrato, es indirectamente uno de los fundamentos de la ideología revolucionaria moderna, que se ha propuesto desestabilizar y destruir las sociedades existentes para construir otra más conforme a sus deseos y a sus necesidades”.
Julien Freund
3. El conflicto no solo destruye, también construye y une.
Siguiendo la intuición del filósofo Heráclito, quien afirmó que el conflicto es «el padre de todas las cosas», Freund nos muestra su faceta creadora. Lejos de ser una fuerza puramente destructiva, el conflicto es un motor de creación social. Muchas de las instituciones que damos por sentadas, como el ejército, la policía o los sindicatos, nacieron directamente de la necesidad de gestionar o llevar a cabo conflictos.
Más sorprendente aún es su papel integrador. A lo largo de la historia, el conflicto ha sido una de las fuerzas más poderosas para unificar comunidades y forjar identidades colectivas. La formación de las naciones modernas es el ejemplo más claro: las guerras no solo definieron fronteras, sino que crearon un sentimiento de pertenencia y un destino común entre poblaciones antes dispersas. Este proceso está ligado al ascenso del Estado moderno, cuya función primordial, según el análisis de Freund, fue suprimir la violencia privada y los conflictos internos para consolidar el poder y ostentar el monopolio de la violencia legítima. Esta visión nos obliga a reconocer que muchas de las estructuras que nos dan estabilidad son el resultado solidificado de luchas pasadas.
“La casi totalidad de unidades políticas históricamente conocidas, se ha formado o se han unificado con ocasión de una o varias guerras…”
Julien Freund
4. La diferencia entre una crisis tensa y una guerra abierta: la ausencia del “tercero”.
Esta faceta creadora del conflicto no significa que sea caótico. De hecho, Freund nos ofrece una herramienta de una simplicidad asombrosa para diagnosticar su estructura y prever su estallido. Sostiene que el conflicto se define por una polarización extrema en una dualidad «amigo-enemigo». La consecuencia fundamental de esta bipolarización es la exclusión del tercero: mediadores, árbitros, facciones neutrales o cualquier opción intermedia son eliminados del juego.
Una crisis, por muy grave que sea, se diferencia del conflicto en que todavía incluye la presencia de un tercero. Este «tercero» – sea una institución como la ONU, un país neutral o un partido moderado – actúa como un amortiguador que impide que la polarización sea total. Pensemos en una negociación política al borde del colapso. Mientras exista un mediador respetado por ambas partes (un «tercero»), la situación es una crisis tensa. En el momento en que ambas facciones rechazan a todo mediador y se niegan a hablar excepto para intercambiar amenazas, han cruzado el umbral hacia el conflicto directo. La pregunta clave, según Freund, no es «¿qué tan grande es el desacuerdo?», sino «¿queda alguien en el medio?».
..el estado polémico tiende a oponer solamente a dos campos por exclusión de la participación de un tercero”.
5. No es lo mismo ser agresivo que ser hostil.
En el lenguaje cotidiano, usamos «agresividad» y «hostilidad» casi como sinónimos. Freund, sin embargo, establece una distinción crucial entre ambos términos.
- La agresividad es un instinto natural, una disposición necesaria para la competencia y la supervivencia. Es la energía que un estudiante necesita para pasar un examen, un deportista para ganar un partido o un profesional para destacar en su carrera. Puede existir perfectamente sin conflicto.
- La hostilidad, en cambio, es la intención emocional y específica de dañar a otro, de perjudicarlo. Es la voluntad hostil la que transforma una situación de competencia (basada en la agresividad) en un conflicto real (basado en el deseo de destruir al oponente).
Esta distinción es fundamental para nuestra vida diaria. Nos enseña a canalizar nuestra energía competitiva y nuestra agresividad de forma productiva, mientras nos alerta para identificar y evitar la destructividad de la hostilidad, que es donde reside el verdadero germen del conflicto perjudicial.
“puede haber agresividad sin hostilidad, es decir, sin conflicto… La intencionalidad conflictiva implica una voluntad hostil; lo que quiere decir una intención de perjudicar al otro…”
Conclusión: abrazar la complejidad del conflicto
La obra de Julien Freund nos demuestra que nuestra visión habitual del conflicto es demasiado simple, teñida de un idealismo que ignora la naturaleza profunda de la vida social. El conflicto no es un accidente lamentable en el camino hacia la paz; es una fuerza fundamental, compleja y polivalente. Es una parte normal de la sociedad, un motor de creación e integración, y se define por una estructura clara: la exclusión del tercero.
Abandonar la utopía de un mundo sin disputas no es un acto de cinismo, sino de madurez intelectual. Nos permite ver el mundo como es: un campo de fuerzas en tensión perpetua. La verdadera sabiduría no reside en soñar con el fin del conflicto, sino en dominar su gramática para poder escribir una historia menos trágica.
Sabiendo que el conflicto es una parte inevitable y a veces necesaria de la existencia social, ¿cómo debería cambiar esto la forma en que abordamos nuestras diferencias, desde una discusión familiar hasta la diplomacia global?

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